Cuando Aldous Huxley terminó de escribir su libro más distópico, seguro que pensó que su relato de división de clases genética en un mundo “perfecto” estaba lejos en el tiempo. Mientras llega esa concepción del transhumanismo de la que cada vez estamos más cerca, debido a la 4ª Revolución Industrial en la que estamos inmersos; en este 2017 estamos sumergidos en una pesadilla geopolítica que es difícil de creer. Ni los más osados hubieran pensado en hacer un best seller poniendo a un espía ruso al frente de la Casa Blanca, ni ver a una Europa con un Reino Unido autoexcluido, ni ver a una China emergente adalid de los derechos mediomabientales del planeta, ni viendo como los estados que apoyan al terrorismo yihadista internacional señalan a uno de ellos y le echan la culpa de todo sin ruborizarse.
En la era de la hiperincertidumbre, la hipocresía y la explotación de los miedos señalando a cualquier enemigo posible es la divisa. La materialización del “otro” como garante de cualquier política para garantizar la “seguridad”, ¿qué seguridad? En EE.UU., por ejemplo, en los últimos años ha habido decenas de miles violentas por armas de fuego, por menos de una decena de “atentados terroristas” yihadistas.
La excusa de la pospolítica es posfactual. Los datos no importan, es la interpretación y el relato de los mismos lo que importa. En la era más tecnológica y con mayor difusión del conocimiento de nuestro proceso civilizatorio, jamás la mentira y la desinformación han sido armas tan poderosas que hacen que aparezcan y desaparezcan gobiernos y liderazgos sociales.
Ya no es solo la mentira descarada de Trumplandia, donde nada es como debería ser, sino como debería ser interpretado según el sesgo dominante. Un país que está viendo como se está construyendo una élite económica, política e institucional ajena a la Casa Blanca; un movimiento que fragmenta el poder federal por su escasa credibilidad, empoderando a empresas como Google, Apple o Amazon, con el Estado de California al frente, un “estado” dentro del Estado.
O el relato político más distópico que hemos vivido en los dos últimos años: ver como las generaciones más mayores de británicos empujaron a su país al Brexit, robando el futuro de las más jóvenes (por su pasotismo) político, impelidos por un partido xenófobo y trasnochado como el UKIP que ha sido barrido del Parlamento en las elecciones del 8 de junio, y dando como resultado un “hung Parliament“. Theresa May ha puesto las cosas aún más difíciles, y gobernará con los anti-todo miembros del DUP de Irlanda del Norte.
Podría seguir, pero solo quiero hacer notar, que en esa pesadilla pospolítica en la que vivimos, solo nos queda encontrar nuevos marcos de convivencia que empoderen a la ciudadanía. O reinventamos la democracia o la noche más oscura volverá a caer sobre Europa.
Cuando no se prevé el futuro, el presente nos devora con las pesadillas del pasado.