Observo, no sin estupor, como una noticia de las últimas horas ha pasado sin pena ni gloria por los medios de comunicación. Si bien es verdad que la semana informativa está plenamente cargada, y que el Debate del Estado de la Nación se lleva las portadas y los análisis.
Pero hay una noticia, que ha llamado sobremanera mi atención, es la de la detención del llamado “preso más antiguo de España”, que tras protagonizar dos indultos parciales con el Gobierno de Zapatero y otro del Gobierno de Rajoy, se vio en libertad; a pesar del informe en contra de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias.
Vaya por delante, que soy de los que pienso que un sistema penitenciario debe de ser un sistema de reinserción social de quienes han cumplido con la sociedad a través de la redención de la pena. Esto puede ser motivo de análisis de varios posts, y de debates interminables. Pero no es en este tema, en el que quiero centrar mi análisis.
Lo que me preocupa de esta cuestión, no es el debate de la reforma judicial y del sistema penitenciario. Lo que me preocupa es cómo la opinión pública puede ser tan maleable a través de los canales de comunicación en un tema tan sensible como el que nos ocupa. Nuestros gobernantes, tienden a legislar a golpe de los impulsos sociales, en muchas ocasiones. Casos centrados en evidencias “populares”, que no judiciales, de lo acontecido, hacen brotar mareas a favor de las cadenas perpetuas o incluso de la restauración de la pena de muerte en España. Somos conducidos por la “masa“, una especie de ente compuesto por los medios de comunicación y los grupos de presión creados ad hoc, hacia la dirección que interesa por parte de la voz que se alza como portavoz del interés general.
Qué quiero decir. Es sencillo, el caso de Montes Neiro es palmario. Se creó una red de solidaridad ciudadana, para pedir la puesta en libertad por razones humanitarias. Quién no va a conmoverse por esto, ante los llantos familiares y la intervención de asociaciones y personas que lo veían como algo lógico. De ahí a lo siguiente, la presión mediática, ante un “exceso” del sistema está hecho. Solución: indulto y a la calle. La bonhomía no basta a la hora de tomar decisiones.
Esto es un efecto directo de la “teledemocracia” en la que vivimos, cuando asistimos impotentes, ante el escaso protagonismo democrático que tenemos ante las instituciones. Máxime cuando en aras al “deber” ni siquiera se cumple con el mínimo común denominador de la democracia: el compromiso con el programa electoral. En esta impotencia, dejamos que el “relato” democrático venga del altavoz de quienes creemos que nos define mediáticamente; el otro efecto.
Por lo tanto asistimos, impávidos, una vez más a que nos “teledirijan“, nuestras opiniones son ubicuas, debido a la hiperfluidez informativa y la capacidad de crear filias y fobias inmediatas ante lo que acontece. Un efecto más de la infoxicación y la aceleración de los espacios en los que tomamos decisiones, con un grado de incertidumbre cada vez mayor, que no nos permite recapacitar y analizar lo aprehendido. Nos dejamos fluir por esos espacios de teledemocracia.
Llega el momento de tomar decisiones. De reforzar el sistema democrático, de crear espacios de transparencia, de coparticipación, de construir espacios nuevos, y de cooperación. De impulsar nuevos relatos, nuevas formas, nuevos territorios para la Democracia. No esperemos a que nos digan lo que esperamos oír. Hagámoslo, cada uno en su esfera personal. Pero eso sí, no dejemos que nos sigan dirigiendo como “masa”, dejándonos llevar, porque confiamos en el mensajero.
La sociedad es más compleja que nunca, y en esa complejidad y la capacidad crítica de la misma, debe nacer la eDemocracia. Un mix de tecnología, actitud y reflexión que nos conduzca a un nuevo estadio de las relaciones ciudadanas con las instituciones.
El caso de Montes Neira, ha de ser un indicativo de que este nuevo espacio relacional urge. Las primeras impresiones y la bonhomía no bastan. Si no hay transparencia y espíritu crítico para construir nuevos espacios democráticos. Ahora bien, ¿cual es el problema de fondo? Sigue siendo las formas y la opacidad del proceso. Porque al final, fue la presión social y mediática, la que empujó a ¡dos! gobiernos a tomar la decisión, que además fue percibida por la sociedad como tardía y pacata.
Si desde el principio se hubiera tenido acceso a lo que decía instituciones penitenciarias, a la voz de expertos sobre lo que pudiera ocurrir, y sobre todo ver en perspectiva comparada, con objetividad, lo que ha ocurrido en otros países con medidas similares; no estaríamos viviendo este esperpento en el que el indultado Neiro, da un golpe de 4 millones de euros en Puerto Banús.