La nueva película de Alex Proyas es un salto al vacío, dado el frustante final. La verdad es que combinar razas alienígenas y un refrito sobre la Cabala y la Numerología a estas alturas de la creación audiovisual al uso, no deja de ser un ejercicio de riesgo y voyeaurismo condenado a la revisión de películas de género (terror y sci-fi) de refilón. Para un seguidor, en la distancia, de la carrera del director australiano (que nació en Egipto), este film ayuda a comprender su gusto por la puesta en escena y de ambientes opresivos desde un punto de vista psicológico, tal como se vió en la decepcionante El Cuervo (The Crow), o en la muy recomendable Dark City de 1998. Con esa película creí firmemente que estábamos ante alguien que iba a aportar un nuevo lenguaje fílmico a la […]