¿Democracias Futuras? Hacia una Tecnogobernanza (II)

En mi anterior entrada, hacía referencia al enorme cambio social, económico y político que las nuevas tecnologías que irrumpen en nuestras vidas provocarán en cada segmento de nuestras vidas. Me estoy refiriendo al disruptivo cóctel que supone mezclar en la misma línea temporal al machine learning, la Inteligencia Artificial, el Big Data, el Internet de las Cosas, el 5G y las tecnologías de contabilidad distribuida (las conocidas como DLTs con el Blockchain a la cabeza). ¡Ah!, sin olvidarnos de la última en llegar: la computación cuántica ya está aquí de la mano de IBM.

Y lo primero que ocurre cuando hablamos de tecnología, es que parece que se diluye en el discurso social y político, cuando ello es un craso error. Todas las revoluciones tecnológicas desde la 1ª Revolución Industrial han conllevado grandes cambios sociales e institucionales, porque han afectado de raíz a la política y su forma de gestionarla. Y esta vez no va a ser una excepción, máxime cuando estamos hablando de la 4ª Revolución Industrial, que devendrá diluida en la 5ª, con la que se solapará y provocará un gran cambio sistémico a nivel de toda la Humanidad.

Pero hoy me quiero centrar en cómo toda la panoplia tecnológica emergente va a cambiar a nuestra forma de relacionarnos con lo que llamamos “democracia” que no deja de ser un complejo constructo social e institucional con un intrincado y laberíntico esquema de procesos de decisión, validación y gestión.

Procederé a explicar algunos de los sistemas futuristas de gobierno que ya han sido expuestos que implican profundos cambios en la cosmovisión que tenemos sobre qué debe ser una Democracia. Que los cite en esta entrada, no significa que crea o apueste por ellos. Tan solo quiero exponer algunas de las soluciones que algún investigador ha reseñado como posibilidades a explorar.

Ya que hablamos de posibles “democracias futuras”, qué tal si comienzo definiendo lo que se ha venido en llamar “FUTARQUÍA“. Es un concepto desarrollado en línea con los principios del futurista Robin Hanson. Este modelo consiste en una combinación de gobernantes electos al uso actual, pero sus políticas estarían basadas en el análisis empírico de los datos estadísticos y confrontación de los mismos mediante machine learning, para que sea una inteligencia artificial quien cree el marco normativo político. Los políticos, además gestionarían sus políticas basadas, no solo en ese marco normativo, sino también en los análisis económicos previos y contrastados por las bases de datos de sus posibles implicaciones apriorísticas. Sería el sumun de una Democracia Tecnocrática, la política al servicio de los datos: ¿El fin de la posfactualidad?

Sigamos por la deriva tecnológica. Qué tal, si ahora hablamos de CIBERCRACIA. Su base filosófica se asienta en el uso correcto y óptimo de la información disponible. Fue desarrollada principalmente por David Ronfeldt en 1992. Y a su vez definió dos posibles estadios con los que operar: el estrecho y el amplio. El estrecho está diseñado para sustituir el fin burocrático al que tiende todo sistema institucional, que conlleva una visión tecnocrática de la gestión política. La amplia es una visión muy disruptiva de este sistema al exponer una completa redefinición de las relaciones de los agentes que intervienen en el proceso político. La toma de decisiones se haría con bases de datos gestionadas con Inteligencia Artificial, que suprimirían procesos burocráticos ineficientes, y un uso de metodologías cuantitativas al servicio de la eficacia y una gestión normativa no repetitiva ni contradictoria. La cuestión aquí es determinar dónde quedaría el papel humano de la toma de decisiones, ¿sería necesario?

Derivado de un uso extenso del uso de la tecnología, también podemos definir así a la DEMARQUÍA, un sistema que fue definido por John Burnheim que en su visión tecnológica utilizaría un sistema de machine learning, mediante el tamizado de los censos y el estudio de los registros de la ciudadanía, individuo a individuo, para generar gobiernos mediante un sistema por elección aleatoria, una especie de “lotocracia”. Se podrían establecer diferentes modelos de extracción, bien por azar total o bien de entre aquellos miembros de la ciudadanía que se preparan o se postularan para ello. Este sistema, además, permite combinaciones de los anteriores, para suprimir derivas extrañas en el mismo. ¿Sería la solución al actual sistema de perpetuación de los profesionales de la política?

Cambiemos el foco, definamos ahora el POLIESTADO, un sistema que estoy seguro que sería del agrado de Ulrich Beck. Se trata de una especulación académica desarrollada por Zach Weinersmith (Polystate: A thought experiment in distributed government). Es una reflexión que supera el marco conceptual de la distribución geopolítica de fronteras y estados (de acuerdo a la sociedad postwestfaliana en la que se enmarcan nuestras instituciones políticas a nivel estatal). La premisa es, ¿qué ocurriría si la ciudadanía no se ciñera a un territorio concreto?, ¿si decidiera vivir bajo las normas de otros estados en su propio territorio? Es decir, si se pudiera superponer normativamente el concepto de multi-nacionalidad a nivel individual y poder ejercerla según las preferencias de cada individuo. (Ver el experimento de antropoestado que significa Asgardia). En este sentido, podríamos englobar el experimento de BitNation Pangea que se ha erigido como el primer país digitalmente soberano en Internet, y al que puede pertenecer cualquiera.

Y si ya trascendemos las fronteras nacionales, qué tal si hablamos del concepto de DEMOCRACIA LÍQUIDA, que fue definida por Bryan Ford, y cuyo sistema básicamente consiste en el hecho de la transferencia del voto individual a delegados que los agregan en función de su activismo en los campos de acción que desarrollen su influencia, los ciudadanos pueden ser pasivos (delegan el voto) o activos (concentran los votos de quienes se los delegan). Es un sistema que se adapta a los actuales sistemas de gestión de la información, pero que desde mi punto de vista tiene más oscuros que claros.

Y llegado a este punto habría que definir el sistema del GOBIERNO MUNDIAL DEMOCRÁTICO, basado en una filosofía de conciencia planetaria de la Humanidad (tiene un poso inspirado en la serie televisiva Star Trek, que ha tenido una notoria influencia cultural en los últimos 50 años). Este gobierno necesitaría para su instauración de tres fases diferenciadas: por un lado la necesidad de una globalización cultural aceptada a escala planetaria, de forma mayoritaria y con respeto hacia las minorías que cumplan con los derechos humanos reconocidos por la Humanidad; en segundo lugar una globalización económica que integre un sistema gestión unificado tanto en lo normativo como en lo monetario; y finalmente la fase de la globalización política, para desarrollar un gobierno a escala planetaria. Este modelo está muy enraizado en el concepto de Carl Sagan de “conciencia planetaria” (al que aludía), llegado ese punto la sostenibilidad del planeta sería posible con una visión a más largo plazo, al erradicar la mayoría de las amenazas que nos enfrentan como especie dominante del planeta.

Para terminar, quisiera indicar la existencia de otras posibilidades exploradas como la NOOCRACIA, que Platón definió como la Democracia de los Sabios, un gobierno de inteligencia colectiva (¿sería de forma distribuida?), tal como lo definió Vladimir Vernadski. También podríamos hablar de futuras GERONTOCRACIAS, al fin y al cabo, a mediados de este siglo habrá muchos estados con una población muy envejecida en los que ser joven pudiera llegar a ser una pesadilla. No sería descabellado pensar en sistemas políticos con élites ancianas disputando y conservando el poder, perpetuando el sistema de equilibrio al que llegasen, ¿podría ocurrir en Japón?, ¿y en España?

Y como colofón un sistema que se está propagando por la red muy inquietante, en este período donde tenemos a Trump, Orban, Putin, Erdogan y neofascistas por todo el continente europeo. Lo llaman “Ilustración Oscura“, propone la eliminación de la democracia liberal tal como la conocemos. Está amparado en un movimiento neorreaccionario que eclosionó en Silicon Valley, con su gurú Mencius Moldburg al frente del grupo Geeks for Monarchy. Abogan por la vuelta de las tradiciones de la civilización occidental, basado en el “orden natural de las cosas” (sic). ¿No será Steve Bannon el alumno aventajado de este grupo?

Con esta entrada, lo que quería exponer es cómo algunas personas se han imaginado tableros diferentes del juego democrático, unos más influenciados por la tecnología que otros. Lo que está claro es que las elecciones de 2035, sean las que sean, ni serán con las actuales herramientas democráticas, ni con los actuales relatos, ni con los actuales formatos.

Se acerca un nuevo sistema de gestión de la gobernanza política y corporativa, también. Ha llegado el momento de la Tecnogobernanza y de ello hablaré en la siguiente entrada.

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