Vivimos tiempos convulsos, complicados, sin una cartografía clara del presente y mucho menos del futuro. Estas percepciones se amplifican según nuestra situación personal y nuestra nacionalidad, ya que si en España la esperanza sobre el futuro no es muy halagüeña, la de nuestros compatriotas europeos, puede ser similar; exceptuando cierto país del Centro de Europa que todos tenemos en la cabeza.
Está siendo un verano largo, caluroso y caliente. No recuerdo un verano en el que la información haya estado tan pendiente de la economía y la política; en los medios de comunicación se han olvidado hasta de las “serpientes de verano”, esas noticias insulsas que rellenaban los formatos periodísticos ante la falta de noticias con las que rellenar páginas y horas de noticieros.
Pero la realidad es recalcitrante y la actualidad obliga a plantear este período sin discontinuidad con el curso político terminado y el nonato, que se ha visto obligado a nacer antes de tiempo: no en vano estamos ante una Intervención inminente que se hará cuándo y cómo al Bundesbank le parezca, ya ni siquiera nos sirve el BCE o nuestro Gobierno para ello, hasta ahí ha claudicado nuestro sistema político, el español y el europeo; con todas las instituciones impotentes ante el escenario que dibujan las autoridades políticas y financieras alemanas. Es curioso, pero el mismísimo Konrad Adenauer previó una Alemania a la Europea, porque sabía y defendió que una Europa a la Alemana no era posible; algo que llevó a la práctica Helmut Köhl pero que por desgracia a la Sra. Merkel no le entra en la cabeza. Mientras que en Europa la crisis amenaza con una involución social y económica nunca vista desde el período de entreguerras, dudo que la CDU o el FDP cambien un ápice su percepción de la “realidad europea”.
Pero si el escenario europeo está complicado, el internacional no deja de ser preocupante. En las vísperas dentro de 3 meses de las elecciones en EE.UU. con un empate casi virtual entre el candidato del GOP Mitt Romney y el Presidente Obama, y con la situación prebélica en Oriente Medio, facilitada en extremo por la fascista posición de Al Asad hacia “su” pueblo, el escenario está en bandeja para configurar un nuevo territorio de operaciones militares que sin duda desembocarán en una guerra. Espero equivocarme, pero los signos son evidentes que conducen a esta situación.
Por un lado, las amenazas iniciales de Israel a Siria, que se han ido acrecentando, especialmente dirigidas a Hezbollah, el grupo fundamentalista chií que es blanco de sus iras desde tiempos ha. A la vez la situación se complica, puesto que el Líbano es un polvorín a punto de estallar, con un papel trascendental para el grupo chií. Son ya muchas las voces que alertan sobre un conflicto civil en el otrora próspero país mediterráneo. Para acentuar el clima de tensión, tenemos otro problema: el papel de Rusia en todo esto. Como feroz defensora del régimen sirio, ya que lo que está en juego para el Gobierno de Putin es nada más y nada menos que la defensa de un viejo aliado, pero sobre todo la salida al Mar Mediterráneo de la flota militar rusa en el puerto de Alepo. Además Leon Panetta, Secretario de Defensa norteamericano ha avisado a Irán de que no tiene límites para ejercer sus opciones frente a Irán; así como las advertencias de Obama al gobierno sirio de que si utiliza su arsenal químico contra la población civil, entrarán en el conflicto para poner a salvo a esta.
Pero además, hay otro convidado a esta astracanada geopolítica, el verdadero protagonista: Irán. No nos olvidemos que Siria siempre ha sido un contrapeso, desde la guerra de Irak a una de las intenciones ocultas de este enrevesado puzzle internacional, que es el derrocamiento del régimen iraní, y así de paso devolver a su clase dirigente (teocrática) el pulso que quedo larvado desde el derrocamiento del corrupto Sha de Persia y el advenimiento del tirano Jomeini.
La ventaja ahora es tremenda. Rara vez se alinean varias condiciones necesarias para poder situar en el centro de la agenda política un objetivo geopolítico como este. De un lado, la determinación del gobierno israelí a entrar en liza contra su “viejo” enemigo sirio, y de paso dar un golpe mortal a Hezbollah, lo que de paso significa una declaración de guerra a su mayor enemigo de la zona, el Irán de Ahmadineyad.
Para poder ser tan osados, necesitan, no la alianza, sino la aquiescencia de su mayor aliado: EE.UU. Y esta va por buen camino dada la hemeroteca desde hace tres meses, y sobre todo las necesidades electorales de Obama para noviembre, con un avispero permanente como son los teatros de operaciones en Irak y Afganistán; y total, ya que “estamos” por la zona…
Pero es que además, nunca podría ser tan sencilla tal operación. Con una Siria desangrándose, por desgracia, por una guerra civil interna; un Líbano a punto de copiar a sus vecinos sirios y con un Irak totalmente desarmado, es una opción demasiado tentadora como para no tenerla en cuenta.
Por lo tanto, espero equivocarme, pero se está fraguando un conflicto regional a mediana escala, en el que se van a ver envueltos EE.UU., Rusia, China, y la UE me temo que una vez más como convidada de piedra, en el que la escalada de tensión irá en aumento, porque hay muchos actores internacionales que quieren tentar su suerte en el nuevo mundo internacional surgido de la Postguerra Fría y especialmente del 11-S.
A ello me refiero cuando digo que se trata de un largo verano…
Por cierto, la prima de riesgo no deja de subir en el día que Alemania anuncia su superávit en el primer semestre del año. Todos tenemos nuestros amos.
En realidad sí ha habido dos serpientes veraniegas en agosto (¡y vaya dos serpientes!): el asalto a los supermercados de Sánchez Gordillo y la restauración del Cristo de Borja. Pero a partir de mañana mismo veremos cómo volvemos al apocalipsis económico en los titulares.