¡Es el eGovernment, estúpido!

Parafraseando la famosa frase que James Carville, asesor de la Campaña de Clinton en 1992, utilizó contra Bush Sr. para indicarle que el foco ciudadano estará siempre en lo que le es más accesible y necesario, inicio este post con la misma pretensión ante los resultados de los dos informes globales sobre eGovernment de la ONU y la Unión Europea durante este mes de julio de 2014.

Soy un firme defensor de la necesidad de ir estableciendo sistemas de gobierno abierto en nuestras democracias, sistemas que permitan hacer del ágora pública un lugar de transparencia, de compartir y de generar nuevas actitudes de participación. Tras muchos años de reivindicación y de generar debate, el oGov a penas es una quimera, muy teorizada, pero con muy pocas aplicaciones prácticas en la esfera de la vida pública.

¿Por qué?… Tras pensar y analizar lo que se ha venido haciendo en nuestro entorno, para mi la respuesta es doble: por un lado miedo. Miedo de quienes están en las instituciones, tanto por parte de los políticos como de quienes hacen que el aparato burocrático funcione. Un cambio de paradigma nunca es fácil, máxime cuando se trata de subvertir la forma de gestionar a los administrados, que no ciudadanos.

Pero por otro lado, la adopción de los administrados de un rol de ciudadanos activos tampoco es fácil, más en estos momentos convulsos. Ser ciudadano activo implica predisposición y un uso de herramientas digitales para tener una relación constante con la administración, para “hablar” con nuestros representantes, y para ello se necesita pedagogía y ganas de experimentar por parte de unos y de otros.

En España comenzamos a mediados de la década pasada a hacer un gran cambio en la forma de gestionar nuestra relación con la administración: con la Agencia Tributaria, con la Seguridad Social y el sistema sanitario, con la Dirección General de Tráfico, etc.

Todo ello está muy bien. La tecnología, con el desembarco del DNIe y los certificados digitales y las redes wifi permitían la construcción de un nuevo espacio entre administración y administrados, pero el legislador y especialmente nuestros representantes en todos los niveles olvidaban lo esencial, el necesario cambio de rol a la hora de plantear las políticas con la introducción de la administración electrónica y por ende la capacidad de implicar más a la ciudadanía en la toma de decisiones.

Llegado a este punto, y salvo algunas acciones de transparencia como es el caso de Irekia y algunas normativas dignas de ser analizadas, llegamos a un momento en el que la acción política no sabe (o no quiere) dar el próximo paso: utilizar el potencial del universo 2.0 y las herramientas de eGovernment para pasar de una democracia representativa a una democracia deliberativa.

Tal como plantea la Unión Europea en su informe sobre su informe de 2014, siguen existiendo una serie de cuestiones que perviven desde el principio, como es la necesidad de realizar plataformas que se centren en la experiencia del usuario y no en las necesidades de la administración, así como avanzar en la gestión de la transparencia, el actual score es del 48% según los kpi’s que mide el informe, y además está la necesidad de realizar las plataformas para que se adapten a un escenario europeo y no nacional que permitan mejorar las posibilidades para el crecimiento empresarial y emprendedor, eliminando todas las barreras legales y económicas posibles.

Por desgracia, España ha desaparecido del Top Ten de la ONU sobre el desarrollo de políticas de eGovernment (llegamos a ser segundos) y de eParticipación. Algo que debe preocuparnos, porque significa que estamos perdiendo la posibilidad de mejorar como sociedad. La participación democrática y la administración electrónica son una relación causa-efecto para mejorar nuestro sistema y su calidad democrática.

Es necesario plantear un nuevo sistema de participación democrática en nuestra democracia desde las herramientas que permite el eGovernment, pero con el foco puesto en la filosofía del gobierno abierto. Ese es el camino. No hay vuelta atrás y el espacio pasa por construir democracias deliberativas en el que se de a la ciudadanía la posibilidad de empoderarse democráticamente desde lo digital pero con un impacto en su realidad física.

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