“All civilizations become either spacefaring or extinct.”
Con esta cita de Carl Sagan, en la que explicita que nuestra única salida como especie es nuestra dispersión por el espacio, quiero comenzar este post. Un día después del 53º Aniversario del lanzamiento del Sputnik, que marca el comienzo de la Era Espacial de la Humanidad.
Si bien es verdad, que medio siglo ha dado para grandes hazañas de nuestra especie, especialmente gracias a la Carrera Espacial impulsada por USA y CCCP, la última década deja espacios para la preocupación.
En concreto el pasado viernes 1 de octubre, el Congreso de los EE.UU. ha dado luz verde al plan especial de Barack Obama, que cancela el programa de regreso a la Luna, que puso en marcha Bush Jr., y que situaba además los objetivos de la NASA en llegar a un asteroide con astronautas en 2025 y en Marte en 2030. Con esta decisión se suspende el desarrollo de los cohetes Constellation, e incluso el Ares I; ingenios aeroespaciales que estaban llamados a sustituir a toda la generación de los “space shuttle“.
7.000 millones de dólares después, y en medio de una crisis sin precedentes, la Casa Blanca ha decidido dejar todo el protagonismo de la I+D+i espacial a las empresas, especialmente para ser los proveedores de la NASA en las misiones a la ISS (Estación Espacial Internacional). Por supuesto, que las empresas son necesarias. Es más, están demostrando una mejor eficacia de costes en el lanzamiento a la órbita de la Tierra, pero el reto de ir más allá, no puede ser un objetivo empresarial, tan solo. Ha de ser un objetivo común, y en esto, la NASA ha representado el valor esencial de la carrera espacial, junto a la extinta Unión Soviética.
Es curioso que un Presidente Demócrata, extinga la llama del sueño de otro, me refiero a JFK. Gracias a su visión y empuje, se llegó a la Luna y se iniciaron programas de más envergadura. La I+D espacial no es un capricho, ni siquiera ha de ser contemplado como un gasto, ya que los retornos tecnológicos que ofrece a la industria y por ende a la humanidad, están más que justificados.
Sería el momento para que la Agencia Europea del Espacio (ESA) diera un paso al frente, conjuntamente con la NASA, pero nuestras maltrechas economías, y nuestros políticos difícilmente verían viable un camino en este sentido en el actual contexto.
Queda por ver lo que dice la agencia espacial china, que tiene puestas sus expectativas en nuestro satélite (se trata de copiar tecnología ya usada, por lo que la viabilidad del proyecto está más que garantizada). Al margen de demostraciones de fuerza de consumo interno, como el anuncio del régimen iraní de poner astronautas en órbita, queda por ver que tienen que decir la India y una incipiente industria aeroespacial como la brasileña.
Por desgracia, tras este anuncio, lo que espera son contratos de desarrollo aeroespacial de carácter militar, que serán los que empujen la I+D+i norteamericana en este campo. EE.UU. no va a renunciar a ser la superpotencia militar en la órbita baja de la Tierra en su propio detrimento, máxime cuando hay potencias regionales que aspiran a controlar ese trocito de la Tierra, que poco tiene que ver con el espacio a ojos de un astrófilo.
Lo dicho, seguiremos siendo náufragos en la inmensidad del vacío estelar…