En esta sociedad líquida en la que transitamos, en la que tan difícil es gestionar nuestras vidas, debido a una alta gestión de incertidumbre en las decisiones que hemos de tomar, tanto en las individuales como en las colectivas; y en donde las fronteras no son claras, ni a veces fácilmente transitables (casi siempre lo contrario), hay una institución en nuestras democracias que ha caído presa de sí misma y de sus propias debilidades sistémicas: el partido político. Pero no podemos olvidar que el partido político es el pilar de nuestras imperfectas democracias. Sin los partidos políticos u organizaciones similares, no cabría la legitimidad del sistema y por ende del propio desarrollo de nuestras democracias representativas. Dicho esto, lo siguiente configura una narrativa diferente, una suerte de posdemocracia, ahora que en tiempos de esta posmodernidad asfixiante (y lacerante) urge reinventar. […]