El Día Después del Covid-19

El Día Después del Covid-19

Me arriesgo a hacer una elucubración de cómo será el día después del Covid-19. O el año de después , o la década, o los “varios” días después. Estamos en terra incógnita, una prueba social de escala planetaria, con la que se había fantaseado en el cine o la literatura de ficción. Pero nos ha alcanzado, con toda su crudeza. Y la estamos experimentando sin tener ningún manual de instrucciones ni ningún sistema de gobernanza global preparado para ello.

Intentar hacer un ejercicio prospectivo sobre qué va a pasar es una llamada directa al fracaso. La literatura científica y narrativa está llena de estos “titanics”. Solo os pido comprensión, sobre todo si yerro en demasía. El post quedará como un registro de lo acertado o fracasado de mi intento de “explicar” los futuribles a los que nos enfrentamos.

Partamos de un análisis previo. El actual modelo socioeconómico está fracasado, lo cual no quiere decir que no seguirá vigente. Pero la obstinación por seguir adelante con este enfermo terminal que es el neoliberalismo rampante en el que vivimos, seguirá queriendo sobrevivir. Se nos ha educado tras la Gran Recesión, para vivir en un sistema donde la minimalización de los beneficios y la maximización de las pérdidas es el proceso natural. Al fin y al cabo, desde que se proclamó el “fin de la Historia”, parecía que solo podría haber un sistema de gestión. Pero no es así, porque la sociedad es evolución, no solo por sus usos y costumbres, sino por la integración de la matriz tecnológica, energética y cultural en sus hábitos.

Hacia un nueva sociedad

Las huellas que nos está dejando la pandemia del coronavirus, dejará una profunda impronta en nuestra forma de socializar en los próximos meses. Paulatinamente los países iremos dejando atrás el confinamiento, para regresar a nuestros quehaceres sociales, que indefectiblemente cambiarán.

Veremos al prójimo con miedo, en su más desnuda alteridad. Los “otros” serán más “otros” que nunca. El miedo al contagio, será el primer vector social. La otroriedad kantiana desvanecida, ni siquiera desde la aproximación de Heiddeger o Sartre. Es el momento de comprender el mundo desde una perspectiva integradora, como lo lleva proclamando Byung-Chul Han, de fusionar lo mejor de occidente con lo mejor de oriente. Y este es un proceso integrador del “yo”, de una nueva fenomenología y ontología del “ser” que queremos “ser”. Pero perdón por el circunloquio filosófico, que sin duda debe ayudarnos a encontrar no “lo que fuimos” sino “lo que debimos ser“. Tenemos una segunda oportunidad. ¿La tenemos?

La cuestión es, ¿lo sabremos identificar/comprender? Reconozco que me da miedo la respuesta. Y no es afirmativa precisamente. El miedo no es un buen constructor de sociedades. Es más, suele tener efectos ponerológicos sobre la sociedad. Y el miedo históricamente alimenta leviatanes sociopolíticos. Que por cierto ya están por aquí: los Putin, Trump, Erdogan, Orban, Duterte, Bolsonaro, ¿sigo?

Somos reacios a los cambios y a la experimentación social. A nuestros cerebros les gustan demasiado las rutinas, y el cambio no es una “etiqueta” que les atraiga en exceso. Pero es el cambio y la gestión de la incertidumbre el lema de la sociedad del siglo XXI, por mucho que no queramos ser conscientes de ello. La cuestión es, ¿estamos preparados para encajarlo ya? Ya no valen los ensayos, la primera gran amenaza civilizatoria ha llegado envuelta en unos cuantos genes y nos ha desarmado por completo.

Y supongo que gran parte de lo que ocurre seguiremos sin comprenderlo. Vivimos en una sociedad compleja con cada vez más procesos complejos. Nuestro mecanismo más complejo como artefacto es la propia sociedad en sí, y sus procesos para gobernarla. En el mismo mes que ocurrió todo lo que estamos viviendo, el gran pensador Daniel Innerarity (un lujo para nuestro país) lo supo adelantar en una magna obra llamada “Una Teoría de la Democracia Compleja”. Un manual para dirigir las instituciones. Bueno, más bien, una hoja de ruta, en la que se trazan los caminos que hemos de abordar para autogobernarnos en este futuro incierto.

Pero la otra gran complejidad que seguimos sin aprehender es el funcionamiento de nuestro mayor organismo complejo y sus procesos. Me refiero a eso que llamamos la Tierra. Nuestro hogar y que tanto nos gusta maltratar. Esta mota de azul pálido que es insignificante en la vastedad e incompletitud del Universo, es nuestra casa, y como ecosistema vivo que ha evolucionado más de 4.5000 millones de años y sin nosotros, tiene mecanismos que siguen siendo insondables para nuestra ciencia actual. Es más, después de extinciones masivas, períodos de estrés para la vida y para la propia supervivencia de sus ecosistemas, el aprendizaje que puede estar extrayendo nuestro planeta del estado actual es preocupante.

Los dinosaurios vivieron en nuestra casa común entre 150 a 180 millones de años (dependiendo de si establecemos el Tríasico o el Mesozoico como punto de origen) y se extinguieron hace 65 millones de años. Nuestros antepasados más parecidos, los homo habilis, aparecieron hace 2’5 millones de años. Como homo sapiens apenas llevamos un cuarto de millón de años en el planeta. Apenas hemos salido del parvulario cósmico. Os recomiendo la lectura de “La conexión cósmica” de Carl Sagan.

Qué quiero decir con todo esto. Fácil. La Tierra está aprendiendo una importante lección, ha encontrado una forma en cómo detenernos y tener tiempo para recuperarse. Es increíble cómo los indicadores de polución han caído, cómo se está recuperando la calidad del aire en la troposfera. Es impactante verlo en China. Cómo los mamíferos marinos ha recuperado calidad de vida en el Mediterráneo, o cómo el óxido nitroso ha caído en mi ciudad: Granada. Cuestión que nos hacía ser la tercera población más contaminada de España, tras Madrid y Barcelona. La correlación es fácil, los mecanismos que regulan nuestros procesos en el planeta, están aprendiendo una forma de regenerarse poniendo a raya a su mayor amenaza: la especie humana.

No quiero parecer alarmista ni catastrofista. La ecuación es muy sencilla. No se trata de una visión espiritual ni “new age”, es totalmente empírica, y supongo que en los próximos años surgirán nuevas subdisciplinas científicas para estudiar (con datos agregados y simulaciones en supercomputadores) lo que aquí asevero, sin ambages. O aprendemos la lección de que somos nuestra principal amenaza para nuestra supervivencia y cambiamos tanto nuestro modelo productivo como de consumo, o dejaremos un basurero inservible a las futuras generaciones. No podemos embargar su futuro. Es nuestra responsabilidad.

Dejando atrás modelos fisiocráticos

Nos hemos comportado como si no hubiese un mañana y ahora tenemos la oportunidad como especie de reflexionar sobre cómo gobernar las amenazas y las oportunidades futuras.

Intuyo que el miedo será la opción dominante en los futuros meses. El miedo al contagio, a la propia supervivencia, combinado con la ignorancia amplificada por la dictadura de la posverdad y sus memes, bulos, y fake news, provocan un cóctel más distópico que esperanzador. Pero depende de todos y todas que esto no sea así.

Hemos de entender que nuestro planeta es finito y limitado. Es decir, hemos de cuidar cómo tratamos sus recursos. Especialmente el agua y aquellos de los que depende nuestra propia vida: el consumo energético. Otro modelo que hemos de cambiar totalmente para pasar cuanto antes a energías más renovables. Tenemos una ruta establecida, se llama Agenda 2030, y sus metas son la guía para cambiar la forma en cómo producimos o consumimos en el planeta.

El propio confinamiento es una prueba de que esto es así. Somos capaces de vivir con mucho menos de lo que realmente necesitamos. El modelo económico del consumo por el consumo, no es válido. Esto va más allá de cualquier premisa ideológica. Es una cuestión de raciocinio. No podemos seguir como estábamos.

  • No tiene sentido una economía determinada por la obsolescencia programada.
  • No tiene sentido seguir siendo energéticamente ineficientes.
  • No podemos seguir dominados por una sociedad donde el plástico es omnipresente.
  • No tiene sentido seguir alimentando burbujas financieras, tras el colapso de otras previas, que tienen idénticos mecanismos.
  • No tiene sentido retrasar el debate sobre cómo integrar éticamente y fiscalmente la tecnología de la 4ª Revolución Industrial en nuestra sociedad.
  • No tiene sentido seguir desmontando la res publica que es la que nos hace iguales (desde el punto de vista de las oportunidades) y de proteger a quienes más sufren.
  • No tiene sentido desproteger a nuestro sistema sanitario, que es el que hace que tengamos la mayor esperanza de vida del planeta.
  • No tiene sentido que no invirtamos en nuestro sistema educativo e investigador que es el que nos protegerá de las amenazas futuras.
  • No tiene sentido que se alimente una burbuja como el deporte profesional y nuestra sociedad se haya olvidado de los y las investigadoras.
  • No tiene sentido volver a anteayer.

Un poco de análisis prospectivo para el Día Después del Covid-19

Vamos a ver nacer una xenofobia sanitaria, de la que vamos a ser víctimas en un primer término chinos, italianos, españoles y norteamericanos en un principio de la que ya hemos visto atisbos por doquier. La comunidad asiática comprando armas en EEUU para defenderse, el impedimento en Guayaquil de un aterrizaje de un avión de Iberia para hacer una repatriación, los problemas que se están dando ya en Asia entre algunos países, y lo que nos queda por ver en este sentido. Me temo que habrá una escalada.

Estoy convencido de que habrá una reconfiguración de las redes de proximidad que tenemos. La forma en la que compraremos, en la que socializaremos, en la que encontraremos nuevas parejas, la forma en la que viajaremos o incluso en cómo interactuaremos en el trabajo o en los centros de enseñanza. La generación “zeta”, será la que determinará nuestro futuro en este sentido. Cómo interactúen entre ellos, será un faro social. Para lo bueno, o para lo malo.

Veremos cómo en los parlamentos y en las instituciones supranacionales comienzan dos debates que se situarán claramente en la agenda política. Por un lado veremos la necesidad de establecer eurobonos o bonos de más amplio espectro que redefinirá el futuro de instituciones como la UE, la ONU o el FMI. Será necesario establecer un “plan Marshall planetario”. No solo es un problema de España. China y EEUU van a salir muy afectadas de esta situación. Hay un claro riesgo de colapso económico mundial. Y esto no puede (ni debe) quedar en manos de las corporaciones globales.

El segundo tema que será objeto de debate, es el más interesante. La posibilidad de plantear deslocalizaciones estratégicas de la globalización, para que en varios países se vuelvan a producir activos estratégicos (fármacos, tecnología, industria básica, etc.). La globalización se ha mostrado muy eficiente en la eficiencia de los mercados que opera a costa de la maximización de las pérdidas con una clase media menguante, y cada vez más concentración de la riqueza en unos cada vez más pocos. Pero no nos sirve para establecer sociedades homogéneas en su capacidad de redistribución para provocar mayor heterogeneidad social. Además, la posibilidad de acabar con corporaciones globales que actúan como monopolios endogámicos, provocará la eclosión de nuevos tipos de innovación y oportunidades sostenibles de mercado desconocidas hasta ahora.

Por último quiero resaltar que nuestro futuro pasa por reforzar nuestros sistemas de investigación, con mayor dotación para la I+D, reforzando la colaboración público-privada. Hay que poner en valor el papel de quienes dedican su vida a la ciencia, con salarios dignos, con la posibilidad de poder desarrollar carreras científicas y de enseñanza plenas. Poniendo en valor el trabajo del cuerpo de sanitarios y docentes (esto no solo significa respeto, sino capacidad salarial). Dignificando la labor de cantidad de puestos de trabajo que son necesarios en nuestro día a día.

Y también la necesidad de establecer nuevos modelos de gobernanza, apropiados a la sociedad en la que vivimos, y no inspirados en modelos del siglo pasado, que ya no caben en nuestra sociedad. Ni siquiera en los modelos territoriales de los que disponemos. El Covid-19 está dejando muchas víctimas en el camino. Un profundo lamento de quienes ya no nos acompañarán. Pero su pérdida hemos de transformarla en un tributo para un futuro mejor.

El Día Después del Covid-19 ha permitido la muerte de las fronteras, el constructo social sobre el que más crímenes contra la humanidad se han perpetrado. ¿Seremos capaces de entenderlo?, ¿seremos capaces de construir un mundo mejor?

De todos depende caminar hacia ese país desconocido que es el Futuro. ¿Lo hacemos JUNTOS?

2 comentarios en «El Día Después del Covid-19»

  1. Excelente reflexión prospectiva sobre la contigencia sanitaria que estamos viviendo y una aproximación futurista de los efectos que viviremos. lo importante es remozarnos en este nuevo ámbito por vivir.
    Saludos cordiales

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