Mientras que seguimos inmersos en la Guerra Financiera en la que nos jugamos el ser o no ser de nuestras futuras sociedades, y que será objeto de estudio por historiadores, politólogos y sociólogos en los próximos años; hay otras guerras, con balas de verdad, con las tradicionales y no con hedge funds, swaps y deudas soberanas como vemos por aquí, que nos tienen que hacer reflexionar sobre nuestros propios pasos en el futuro inmediato.
Tras la decepción tunecina y egipcia. Aclaración: hablo de decepción, porque tras el gran esfuerzo ciudadano por cambiar de régimen autocrático en ambos países, puede que la transición democrática de la primavera árabe, lo único que haya conseguido es el lapso necesario de tiempo para pasar a un régimen teocrático bendecido por las urnas (y no voy a ahondar en estas circunstancias, porque para ello están toda las investigaciones acerca de la República de Weimar y el ascenso de cierto loco con bigote que llevó a Europa a la desesperación, y por cierto, también al Maghreb y parte del Mashrek, aunque allí tuvo la aquiescencia de sus gobernantes, por aquello de compartir un odio común que no viene al caso en este post).
Espero equivocarme en esta percepción, fruto de mi eurocéntrica y laica comprensión de mi existencia, tal como recuerda el profesor B. Lewis en su más que interesante libro “El Lenguaje Político del Islam”; pero dudo que lo que se origine en estos dos países sea un islamismo democrático y tolerante con otras opciones, de la misma forma que en Europa disponemos de una Democracia Cristiana. En este sentido podrían mirar hacia Turquía como inspiración, pero por desgracia, nadie en el Sur del Mediterráneo está siguiendo la senda turca.
Mi motivo para la preocupación es el ejemplo sirio. Otro sátrapa de Oriente Próximo está llevando a su población al límite, como anteriormente lo hiciera su padre. Esta pseudodinastía de los Assad han gobernado Siria a su antojo, con una mezcla cuasi-mística de laicismo y panarabismo centrado en la explotación de un enemigo exterior: Israel, que funcionó durante décadas, especialmente durante el período de la Guerra Fría, en el que unos y otros jugaban con las superpotencias según su interés local, haciendo alianzas en función del mismo.
Mientras tanto, con puño de hierro, cualquier disidencia democrática ha sido fuerte y violentamente reprimida, haciendo de ese poder y de las alianzas con grupos islamistas extremistas como Hezbollah, a través del Movimiento Amal, su sistema de gobierno ante la población.
De hecho, Siria lleva sumida varias semanas en lo que es una guerra civil de pura definición politológica y en las últimas semanas se están dando una serie de acontecimientos altamente preocupantes. Por un lado, el bloque democrático más prestigioso en el exterior el Comité Nacional de Coordinación para el Cambio Democrático, liderado por Haitham Manna, denuncia que a pesar de la resistencia civil pacífica en su mayoría de los ciudadanos, cada vez hay más guerrillas activas, porque Siria se ha convertido en un coladero para los yihadistas que han acudido al llamamiento de Al Qaeda en el país, para luchar contra el régimen de Assad y sustituirlo por un estado regulado por la Sharia y la visión política de la organización terrorista antes citada.
En las últimas semanas el desembarco de combatientes iraquíes, saudís y libios, que se unen a disidentes e insurgentes que miran más hacia el reclamo yihadista, que a la instauración de una verdadera democracia es más que palpable. Manna está preocupado por ello y así lo hace notar, temiendo que se pase de un estado a otro, en un golpe de guión en el que los que vuelven a perder son los ciudadanos sirios y en especial las mujeres, las grandes damnificadas de estos regímenes medievales.
La cuestión es que tras la llamada de Al Qaeda, el refuerzo del régimen por mantener los vínculos con Hezbollah para asegurarse el apoyo del régimen iraní, así como asegurar su franja costera, donde Rusia tiene su Única base naval en el Mediterráneo (entienden ahora su veto continuado en el Consejo de Seguridad de la ONU contra las sanciones al régimen sirio) y las soflamas contra Israel; el polvorín sirio es más una espoleta que nunca, dado que su caída de un extremo a otro, podría propiciar una escalada militarista impulsada por Israel y avalada por EE.UU y Reino Unido (de hecho tienen planes conjuntos sobre una posible intervención contra Teherán, que esta situación podría acelerarla) y llevarnos a una guerra abierta en Próximo Oriente, en un principio a escala regional y después quien sabe, porque desconocemos el papel que tendrían activamente tanto Rusia como China.
Lo que si parece muy claro es el papel de Arabia Saudí a este respecto, o por lo menos lo tienen muy claro en un Think Tank como lo es Stratfor: se anima desde el régimen saudí a la activa participación de elementos radicales de su territorio en el conflicto sirio. Obviamente esta llamada parte desde las mezquitas, no desde los centros políticos, que juegan a ser amigos de EE.UU. y occidente, mientras que construyen mezquitas en Europa dirigidas por imanes que predican un wahabismo extremista en contra de los valores democráticos de nuestra sociedad.
En estos días que los foros yihadistas bullen pidiendo voluntarios, la mayoría de la sociedad civil siria asiste temerosa ante un más que probable escenario de guerra civil en todo el territorio, que a su vez puede ser la mecha de una guerra regional por el dominio de ese espacio vital y sus recursos (no sólo el petróleo, si no el agua también), con varios invitados al conflicto.
¿Será Siria, el Sarajevo de 1914? Espero equivocarme, de verdad.
Un comentario en «El Dilema Sirio»