La abducción de Europa

Acabo de terminar la lectura del genial libro del profesor Slavoj Zizek, “Bienvenidos al Desierto de lo Real”, cuyo oportuno título parafrasea la más brillante línea de diálogo de la película Matrix, en la que Morfeo le muestra a desierto real zizeckNeo, la dura realidad de la existencia de la Humanidad en manos de las máquinas, el devenir de la misma en un “Homo Sacer” global, tal como podría indicar Giorgio Agamben, parece haber hecho condenar el “destino” de Europa en la esfera internacional, en esta suerte de pospolítica con ciertos tintes posthegelianos, en los que se niega la propia existencia del más necesario que nunca “Ideal Europeo”.

euro-el-rapto-de-europaEl profesor Zizek, nos recuerda que en la antigua mitología griega, Europa era una princesa fenicia abducida y violada por Zeus bajo la apariencia de un toro. No resulta extraño que su nombre significa “la desgraciada”, acaso, nos recuerda el profesor, ¿no es esta una imagen adecuada de Europa? ¿No surgió Europa (como noción ideológica) como resultado de dos abducciones (secuestros históricos) de una perla oriental por parte de bárbaros del Oeste: primero, los romanos tomaron y vulgarizaron el pensamiento griego, y luego, al  inicio de la Edad Media, el Occidente bárbaro tomó y vulgarizó el cristianismo? Y [añade] ¿No está sucediendo algo similar hoy en día, por tercera vez?

Esta tercera vez es la “guerra global contra el terrorismo”, un proceso largo y gradual de colonización ideológica, económica y política de Europa. El secuestro de Europa por el “Oeste” de nuevo, por la civilización estadounidense, ahora, que hoy en día marca los criterios globales y que trata a Europa, de facto, como a una provincia suya, con la aquiescencia de los “líderes” europeos.

Sin duda, lo que más llama la atención de esta visión, es observar cómo el concepto “Occidente” transmuta frente a lo aprehendido por nuestra sociedad a lo largo de los siglos, frente al concepto “Oriente”. Europa viene de ahí, del oriente europeo, de la Antigua Grecia, la Grecia actualmente vilipendiada y fracturada.

Pero lo que trasciende de esta visión, es cómo de la catástrofe del 11-S, ha emergido una catástrofe político-ideológica, que ha arruinado el “ideal europeo” y ha fortalecido sin precedentes la hegemonía estadounidense en el mundo. Europa ha cedido a un chantaje ideológico, revestido con trazas morales, al que ha cedido toda su capacidad de ¿influencia? en el mundo.

En el estás con nosotros o contra nosotros en la “Guerra contra el Terrorismo”, lo que ha salido perdiendo es todo un sistema político-social que está destruyendo las costuras, con las que se cosió el ideal de unidad europeo, tras la II Guerra Mundial. En nombre de esta constatación se nos impone silenciosamente a los europeos una visión unilateral de las relaciones internacionales globales.

El 11-S es un recordatorio vivo para los europeos, de que se nos está acabando el tiempo. No es tiempo de “eurocentrismo”, es tiempo de exportar al mundo una forma diferente de forjar alianzas y desarrollar instituciones que den cabida a todos los puntos de vista, bajo el paraguas insoslayable de los Derechos Humanos. Es tiempo para que Europa pueda afirmarse a sí misma como una fuerza ideológica, política y económica autónoma, con sus propias prioridades en el escenario internacional.

Sólo una Europa Unificada es el contrapeso ideológico a un futuro “pacíficocentrista”, el contrapeso al hegemón dual que conformarán EEUU y China en la próxima década, si la guerra fría en ciernes que asola a la cuenca del Pacífico no lo aborta antes. La Unión Europea es la única perspectiva de futuro, de ser oídos en el confín último de la Historia, si no queremos desaparecer.

Como recuerda el profesor Zizek, no entiendo por qué la izquierda europea está tardando en apropiarse, sin vergüenza, de la consigna de la Europa Unificada como contrapeso al globalismo estadounidense y al neonato chino.

Ha llegado el momento de actuar, tarde, pero es el momento de la Acción para salvar el Futuro de tantas generaciones de europeos y europeas.

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