Así de simple. Y no lo dice un entendido de la economía, ¿existen?. Tras las grandes recesiones lo que hace falta es impulsar la economía, inyectar capital público en proyectos que impliquen impulsos emprendedores y cambios en el modelo productivo, hacia el desarrollo de empresas con alto valor añadido que generen servicios y productos nuevos y que puedan competir en el mercado internacional. Esto lo entendió perfectamente Roossevelt en EEUU tras la II Guerra Mundial.
Para ello, también hemos de tener en cuenta que no podemos seguir viviendo en la sociedad de lo fútil, del consumo irresponsable y con una tendencia a sustituir cualquier objeto que consideremos obsoleto, fruto del sistema de producción asiático, especialmente el chino. Se priman los productos de mala calidad y desechables, por aquellos que perduran y son reutilizables. Esto es altamente pernicioso para nuestras economías, incapaces de competir por precio, que no por calidad. Hemos de acabar con la cultura de la obsolescencia.
El problema es que Europa sigue sin aprender la lección que supuso la fallida Estrategia de Lisboa, y eso que ahora tenemos una nueva para esta década, de la que he hablado numerosas veces, la Estrategia 2020, en la que se establecen claramente los objetivos de crecimiento para el conjunto europeo. A pesar de los recortes presupuestarios en los Estados y en el Europarlamento, hay una realidad: tenemos la certeza de que uno de cada tres nuevos empleos que se crearán en esta década, no existen en la actualidad. Qué supone esto: una clara oportunidad. Pero si no hay inyección de capital en las pymes, en la I+D+i y se PROTEGEN a nuestros jóvenes científicos, por no hablar de sus mentores, difícilmente podremos tener una posibilidad para recuperar la senda de la recuperación. A esto hay que sumar una profunda reforma del sistema universitario español, organizado territorialmente y no por áreas de conocimiento que permita crear polos de de investigación y por lo tanto de constituir futuros campos de excelencia.
En estos tiempos, hay que mimar y aumentar los fondos en formación e I+D+i. La carrera en el corto plazo la tenemos perdida y hemos de prepararnos para la carrera a largo plazo. Esa es la solución para nuestro país, y no otra.
Además hay otra cuestión. Es imperdonable que del total del Billón y medio de euros que el BCE ha colocado en nuestro maltrecho sistema financiero, haya servido para provisionar las pérdidas estimadas de 2012 y las de 2013. Es decir, no ha entrado dinero en el sistema productivo, con lo que la crisis de liquidez persiste. Han pasado 4 años desde que todo comenzó y no ha habido ni una sola sentencia, ni encarcelamiento de quienes nos llevaron a esto. No se ha puesto en marcha ningún sistema de protección a nivel europeo sobre, la necesidad de establecer mecanismos contra los movimientos especulativos del capital. Tan solo Hollande ha sido claro en esto. Obama abandonó este discurso meses atrás.
No existe una Gobernanza Mundial que permita la lucha contra un sistema financiero altamente especulativo, y que desarrolle una organización internacional que proteja el comercio real y la economía productiva. La ONU ha dejado de ser una entidad representativa a escala mundial. Es el FMI quien ha asumido ese papel, con un modelo muy basado en la Escuela de Chicago, y ello supone una espiral de recortes, privatizaciones y despidos a escala mundial, donde España está siendo un claro ejemplo de ello.
Por último, en la historia de la Unión desde su creación, jamás ha habido una situación en la que todas las instituciones: Parlamento, Consejo y Comisión estén absolutamente copadas por una sola opción ideológica con una “líder” que fagocita toda capacidad de disensión interna, y la merma de pluralidad en las opiniones y políticas de la UE, uno de sus grandes valores.
Son tiempos difíciles, pero son tiempos para que surjan nuevos liderazgos, nuevas ideas, nuevas formas, y para que se desarrolle un postkeynesianismo que transforme a la socialdemocracia europea, y se desarrolle un nuevo modelo de capitalismo social, que proteja los grandes avances de tantas generaciones europeas en lo que significa el acceso universal a la educación, la sanidad o los derechos sociales.
Vivimos en una sociedad donde todas las opciones han de tener cabida sin totalitarismos, ni exclusiones, para ello tenemos los tratados internacionales sobre derechos humanos, que por desgracia están siendo vilipendiandos. Y esa debe ser la máxima transformadora de las democracias occidentales un Humanismo Internacionalista. ¿Lo veremos?