Metazens, ¿una nueva ciudadanía para la Web3?

En estos tiempos convulsos, complejos y marcados por la hiperincertidumbre, cualquier nueva capa tecnológica emergente, no hace sino, elevar el grado de complejidad. Que algo sea complejo no indica que no pueda ser simplificado, minimalizando sus procesos. Esta respuesta implica cambios de actitudes y aptitudes ante la revolución cultural que implica la transformación digital.

Vivimos el nacimiento de la Web 2.0, que fue diseñada para la eclosión de los prosumidores, es decir la capacidad de cada persona para poder “leer” y ” escribir” en la web, a usarla a diario. Tener y alimentar un blog es una consecuencia directa de ello. Como lo es publicar en redes sociales o comunicarnos con las marcas, las empresas o la administración pública mediante medios digitales.

Pero a su vez, este siglo desde sus inicios vio cómo esa gran creación de datos (muchos de índole personal) se convirtió en el nuevo “petróleo” de la sociedad digital. Significó el advenimiento de nuevas macro-empresas que devoran esos datos y hacen negocio con ellos a cambio de unas migajas devueltas como productos “freemium”. Sin embargo, la gran mayoría de nosotros, somos tratados como obreros de baja estofa (por no decir esclavos digitales directamente). Muchas de esas empresas se aprovechan de nuestros datos y encima luego crean capas de negocio, para a través de su análisis, vendernos sus productos o de terceros. Es decir, nosotros somos el producto.

La emergencia del blockchain desde 2009 con la primera de las tecnologías de registro distribuido: el Bitcoin, prometía un nuevo cambio de modelo. Los datos volverían a ser nuestros gracias a la capacidad de desintermediación y de descentralización que esta tecnología tiene. Es decir, la posibilidad de poder operar sin intermediarios ni instituciones que sean las depositarias de la confianza frente a terceros. En blockchain la confianza esta distribuida entre toda la comunidad, y cada miembro de la comunidad decide quién, cómo, cuándo y dónde puede acceder a esta información. Y esa es su gran fortaleza.

Pero como toda tecnología, ésta aún es muy incipiente con apenas una década en ciernes. De hecho tras Bitcoin, llegaron Ethereum, IOTA, Cardano, por citar algunas y otras DLTs (Tecnologías de Registro Distribuido) que fueron un avance para la tercera generación de las mismas. Hoy estamos hablando ya de DLTs de cuarta generación, y lo que queda por venir. De hecho ninguna de las blockchains de final de esta década apenas iniciada se parecerán al bitcoin inicial. Estamos explorando el “neolítico” de una tecnología que puede ser la palanca de una gran transformación social.

La llegada del Metaverso

Por no hablar de las implicaciones que tienen algunos de los elementos que la conforman como los contratos inteligentes (smart contracts), las organizaciones autónomas descentralizadas (DAOs) o las implicaciones de los NFTs (Tokens no fungibles), tan de moda ahora, y que están teniendo un gran impacto en un concepto que está de plena moda: el Metaverso.

De hecho, se habla del Metaverso como un lugar digital único y unívoco, pero nada más lejos de la realidad. Hay ya, y van a haber, muchos “metaversos”, según para lo que los utilicemos. Su construcción se llenará de debates típicos de otras tecnologías, como ocurre con el blockchain, sobre su interoperabilidad (es decir, su capacidad para poder interactuar con metaversos diferentes), su estandarización y algunos más que son aún más complejos.

Pero habrá una tipología de metaverso privado, donde un usuario podrá ser un unicornio con alas moradas, customizando sus capacidades gracias a NFTs únicos, para poder utilizarlo en ambientes de ocio o juego, y un metaverso público, en el cual habremos de interactuar con la administración pública o para hacer negocios, en el cual tú habrás de ser tú. Es decir un avatar digital tuyo que sea una copia digital de quien eres en la vida real.

Construyendo el futuro Metaverso Público

Sí. serás un “metazen” (contracción de metaverso y citizen en inglés), un ciudadano/a del metaverso. Y esto tiene implicaciones tecnológicas y personales.

Todo lo que puedas leer ahora (o experimentes) en plataformas de metaverso con OpenSea (o cualquier otro marketplace de la Web3) se queda pequeño ante las dimensiones e implicaciones del metaverso público. En un metaverso diseñado para el juego o el ocio, tu avatar podrá ser cualquier “cosa” que te represente. Tan solo tendrás que respetar las normas del metaverso en el que te halles, como el de Decentraland (basado en Ethereum) para ser lo que quieras ser. Bien interactuando o consiguiendo más NFTs para hacer tu avatar más poderoso en un juego, que te permita ganar más tokens de la plataforma y/o más notoriedad entre la comunidad en la que te has insertado.

En el metaverso público, nada de lo anterior tiene sentido. Es y será un lugar donde tu avatar digital ha de ser un reflejo real de la persona que eres en el mundo real. Por lo tanto, las implicaciones tecnológicas y éticas que esto tiene, van allá de las actuales posibilidades que ofrecen los metaversos lúdicos. Por cierto, el universo diseñado por Facebook, META, está a años luz de lo que aquí expongo. ¿Dejarías que tu copia digital esté en un lugar en el que durante casi dos décadas han explotado tus datos?

En un metaverso público, tu avatar estará alimentado por una IA (inteligencia artificial) que aprenderá de ti, especialmente de todo tu rastro digital, que además poseerá datos biométricos tuyos (tu imagen y tu voz) y dado que será tu copia digital, será una pesadilla desde el punto de vista de la ciberseguridad en sus etapas iniciales.

El blockchain está llamado a ser un gran aliado para contener y decidir sobre cómo y cuándo intercambiar esa información.

Los avatares con un motor de IA para representarnos no son una novedad, ya hay muchos de ellos en el mercado. Ahora hace falta determinar cómo se va a construir ese metaverso público y quién lo va a regular. Piensa en las implicaciones legales y financieras que tendrá a nivel individual y planetario.

Me preocupa, mucho, la univisión lúdica que se está dando al Metaverso (más allá de las noticias de compras de terrenos digitales, yates, aviones, chalés y “comida” en esos escenarios). Esta dimensión va camino de una burbuja del metaverso, tal como ha ocurrido con otras tecnologías en otros momentos. Pero el reto es cómo vamos a gestionar nuestros avatares digitales en el metaverso público y cómo vamos a asegurarnos de que no van a ser manipulados. Este es el reto que tenemos, mientras disponemos de otra oportunidad para construir servicios públicos y privados más eficientes y eficaces para los usuarios.

Y como reflexión final, me temo que sí (adelantándome al pensamiento de alguien), si ya está siendo difícil la transformación digital en la administración electrónica y por ende la adaptación de las administraciones públicas al uso de nuevas tecnologías y el (re)diseño de nuevos procesos en su seno; el Metaverso Público es una capa más, pero que es mucho más compleja que todo lo que estamos viviendo. Y es necesario concienciarnos que seremos metazens en un metaverso público.

La cuestión es, ¿cómo y cuándo vamos a comenzar a hablar en serio de esta trascendental cuestión?

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