Hoy es un día de resaca, tras el anuncio ayer en Bruselas del Fondo de Rescate europeo, que endurece aún más las condiciones para acceder a créditos financieros de los bancos en España, aunque al menos no será necesario inyectar más dinero público a los mismos, para que no caigan, aunque en su salvamento ese dinero no sirva para inyectar liquidez en el tejido financiero de las pymes españolas, lo cual deparará más paro, menos crecimiento y, aún siendo contrario a la lógica a pesar del precio actual del dinero, más inflación.
Las bolsas acogieron con bríos esa decisión y las subidas fueron generalizadas, pero hace unos momentos (sobre las 11:00 horas del día 28 de octubre) el Tribunal Constitucional alemán suspende la aprobación del Fondo, a pesar de la aprobación en el Bundestag del mismo. Aunque alarmante, esta decisión hay que entenderla desde un punto de vista netamente jurídico del sistema parlamentario alemán, y del miedo, cada vez mayor de la Canciller Merkel a tener que dar cuentas de su errática singladura europea, por ser magnánimo en el término. Todo parece indicar a que será un problema que se solucionará por vías rápidas.
Además, ayer por la noche, el Presidente francés Nicolas Sarkozy, reflexionó en voz alta sobre algo que lleva instalado en todas las cancillerías europeas, desde hace más de una década y que la obligada etiqueta y corrección política han hecho que jamás fuera dicho tan contundentemente: Grecia no debería haber ingresado en el Euro, dado que sus datos de entrada eran falsos. Algo que era sabido por la inmensa mayoría de los stakeholders del poder político europeo y que nadie se atrevía a señalar. De hecho, se hizo para evitar la creación de una Europa de dos velocidades, una verdadera obsesión postMaastricht, y que debido a la creación de la eurozona, gracias al Euro, la ha originado per se. ¿Acaso no tenemos una Europa de dos velocidades?, la del Euro, representada por la Eurozona y la del resto, eso sí, con dos claros grupos diferenciados: los que se pueden permitir el lujo, todavía, de estar fuera: Reino Unido y Dinamarca, y el resto que inexorablemente entrarán, unos porque no cumplen los requisitos y otros por disquisiciones nacionalistas incomprensibles.
Además, el caso griego reviste un especial interés porque su entrada no fue precisamente difícil en la antigua CEE. Mientras que a España y a Portugal se les exigieron innumerables sacrificios (léase, reconversiones industriales, adaptación del mercado laboral, del ordenamiento jurídico, etc.) a Grecia, se le exoneró de muchos de sus deberes, debido a la presión de nuestro aliado del otro lado del Atlántico, más obsesionado con su estrategia militar de estrechar y arrinconar la salida de la flota soviética por el estrecho del Bósforo. Eran otros tiempos, y la Guerra Fría y la supremacía militar predominaba en la agenda, a la que la propia CEE sucumbió.
Como ven, el escenario lejos de mejorar tiende a ir a peor. Además no ayuda que un Nobel como Paul Krugman opine que lo mejor que podemos hacer en Europa es dejar caer el Euro. Craso error. Una Europa sin el Euro, depararía una inestabilidad financiera y económica que se llevaría por delante grandes economías como la española, la italiana y seguramente la francesa. Con el consiguiente caos social y político que ello depararía, tanto en las fronteras internas como en las externas. No nos olvidemos que la zona de los Balcanes sigue siendo un polvorín, que en estos momentos actúa como un volcán inactivo, porque el premio, la UE, sigue siendo mayor que el abismo del conflicto. Este dato no es baladí, y está presente en más de una cancillería de Europa Central y Oriental.
Pero es que además hay un dato aplastante, para creer en nuestro futuro. Lo digo más de una vez, la respuesta es Más Europa. Sí, no lo dudes amigo/a lector/a, nuestro futuro está unido a crear un nuevo sistema de organización ciudadana y gubernamental, de carácter federal, sí de carácter federal. En nuestros estados, con sistemas democráticos garantizados, con una protección efectiva de las minorías culturales, y con un sistema de bienestar social a la vanguardia mundial, no hay riesgo de la desaparición de voces internas en nuestros territorios. El peligro está en la desaparición de nuestras voces a nivel estatal en el conjunto mundial. Alemania, Reino Unido y sobre todo Francia e Italia han perdido su sitio de influencia en el mundo, ya no son ni potencias militares (el gran hándicap de Alemania, para hacerse oír aún más) ni grandes potencias económicas en solitario. Y esto tenemos que entenderlo entre todos, sino queremos sucumbir ante el arrogante paso de la Historia del siglo XXI que es claramente asiático, que no chino.
La supervivencia del modelo cultural europeo, que existe y es tangible, suma de la unión de los pueblos y culturas que viven en este continente, es el valor añadido para construir un modelo diferente, una mini-ONU europea, que demuestre que con la cooperación y el “poder blando” se pueden conseguir objetivos de paz y estabilidad social, pero sin olvidarnos que nuestro modelo, no es la tendencia a imitar actualmente, y que para ello necesitaremos que la alta política europea (la de Defensa, Seguridad y Relaciones Exteriores) tenga una visión Europea y no de cada uno de los Estados, y por lo tanto dispuestos a hacernos oír y disputar espacios de influencia en aras de la defensa de un modelo que se ha demostrado que funciona. Tenemos que desplegar el poder azul y estrellado, de acuerdo con los principios de las relaciones internacionales dominantes, no de deseos. No olvidemos que enfrente tendremos a potencias que pretenden ganar espacios (lo están haciendo) sin respetar los Derechos Humanos, ni los principios esenciales de la democracia. La influencia de China en África es un claro ejemplo de ello.
Por lo tanto, cabe recordar en estos tambaleantes momentos, que como UE seguimos siendo la primera potencia comercial del mundo, nuestro PIB supone algo más del 30% mundial, mientras que EE.UU. representa el 23’4% y China se sitúa en un 7.1%. [Informe EuroStat 2010] Así que por favor, no nos maten tan rápido. Aunque claro, lo que nuestros dirigentes no nos han querido hacer ver todavía, por miedo a lo que ello significa, es que estamos viviendo una guerra, una guerra que jamás habíamos visto antes, y que sustituye balas por divisas, que no deja muertos, sino algo peor, almas vacías, derrotadas y denostadas, por haber perdido su poder adquisitivo y arrojarlos a la pobreza. En el día de hoy, España alcanza los 5 millones de parados, y un dato aterrador, un total de 1,5 millones de familias en nuestro país tienen a todos sus miembros en el paro. ¿No es esto el resultado de una atroz contienda?, donde somos incapaces de defendernos, porque este escenario bélico no había sido nunca diseñado, ni siquiera somos capaces de verlo así. Nos atacan con fondos especuladores, con argucias financieras y contables y no somos capaces de defendernos. Ni tan siquiera vemos la solución, ya que los mercados financieros son inmensamente más rápidos que nuestras instituciones.
Es algo muy simple, si Europa cae, su espacio será ocupado por otros más rápidamente, otros que no defienden un modelo social como el nuestro (más caro y que permite menos beneficios). Vivimos en la cruenta dictadura de la maximación de la eficiencia, y no somos capaces de ver que tenemos ante nosotros la posibilidad de construir nuevos espacios de defensa de lo construido tras la II Guerra Mundial, que sufrimos los europeos en nuestro territorio. Si superamos eso, no seremos capaces de ver las ventajas del largoplacismo en una Unión Federal que proteja nuestro modelo. ¿Serán capaces de verlo en el 10 de Downing Street, en el Elíseo y en la Moncloa? Espero que ese día llegue.
La solución: Más Europa, más integrados y defendiendo externamente lo que nos une, para gestionar nuestros territorios ya tenemos el Principio de Subsidiariedad: apliquémoslo.