Blockchain para las Smart Cities

Llega el momento de (re)configurar la ciudad de la mano del Blockchain para las Smart Cities, en estos tiempos extraños que nos plantearán los escenarios del #PostCovid. A priori puede parecer un escenario complejo y altamente tecnológico. Pero permíteme querido lector o lectora que aterrice el concepto que quiero transmitir.

En efecto, hablar de blockchain exige un alto grado de abstracción para entenderlo en su conjunto, pero no así su discurso y promesa de lo que implica llevarlo a la práctica. Pero voy a dejar esta premisa para el final. Antes, un poco de prospectiva sobre cómo puede ayudar a reconfigurar los espacios y las relaciones en la Smart City.

La capacidad tecnológica de la gestión de la complejidad de una Smart City aumentará en los años venideros. Como he explicado en anteriores posts, la convergencia de varias tecnologías hará que los escenarios, procesos e interrelaciones que devengan en ellos tendrán un efecto que generará ganadores y perdedores en el ámbito social, económico y también político. El Internet de las Cosas, sumado al despliegue del 5G y los nuevos interfaces y capacidad de análisis que interfieran, crearán un sistema en el que mucha parte de la población se quedará atrás por un proceso de analfabetismo tecnológico funcional. Esto será una complicación más. Será necesaria una pedagogía constante de uso y transformación digital.

El blockchain en la gestión de la Smart City

El blockchain está llamado a generar nuevos espacios de gestión y nuevos procesos. Podrá transformar el futuro de las Smart Grids (previo cambio normativo y económico de la gestión de la energía en nuestro país). Gracias a esta tecnología podremos saber dónde y cuándo se produjo la energía de nuestro coche eléctrico. Podremos saber la trazabilidad de todos los procesos administrativos que se dan en nuestras ciudades. Se podrá utilizar el blockchain como un sistema de prueba contra la corrupción.

También podremos asegurar la trazabilidad del agua que consumimos, desde dónde se regeneró a cómo se inyectó en el sistema y en qué condiciones. Se podrán establecer sistemas de gestión de comunicación y/o transmisión de electricidad a vehículos de “0 emisiones” gracias a carreteras inteligentes. Por citar unos ejemplos de cómo utilizar el blockchain para las Smart Cities.

Pero toda esta innovación tecnológica no servirá de nada sino entendemos el cambio intrínseco que implica.

(Re)pensando lo (re)analógico

Entender la Smart City como un espacio altamente tecnológico es un craso error. Una Smart City es el lugar donde han de convivir “smart citizens”, los mejores “sensores” de una ciudad. Además, son los “entes” para los que está diseñada. El determinismo tecnológico al que parecemos abocados y un previsible “Data-clismo” no nos puede desenfocar de la meta.

El blockchain parte de una filosofía que es más necesaria que nunca en los espacios analógicos, que va a haber que (re)pensarlos y (re)configurarlos. Especialmente tras el gran impacto postpandemia, que nos dejará un trienio de fracturas sociales, pero también de disrupciones y nuevos enfoques.

El blockchain es cooperación, transparencia y codecisión. Y estos tres factores van a ser más necesarios que nunca. Pero (re)configurados a su vez. Y no solo en una escala colectiva, sino también a nivel individual, especialmente a nivel individual. Esta era de hiperincertidumbre “infoxicada” va a necesitar nuevos relatos, nuevos formatos, pero sobre todo múltiples enfoques. Una hibridación del conocimiento como nunca antes había existido.

Atrás quedan los perfiles hiperespecializados. Hay que construir adhocracias que sepan trabajar en equipo para explorar las señales del futuro que exige la sociedad compleja en la que vivimos. Las instituciones, y en especial las municipales tendrán que (re)inventarse a un ritmo desconocido. Y deberán integrar tres nuevos vectores para articular un gobierno electrónico que sepa gestionar sus territorios inteligentes. Estos son:

  • La planificación estratégica a largo plazo, incluyendo la generación de escenarios de crisis previsibles o no (este ejercicio será el más difícil).
  • Un cambio drástico de la cultura interna de las organizaciones para aceptar el cambio y para adaptarse a los retos tecnológicos de los próximos 10 años.
  • La adaptación normativa y estructural, para adoptar una gobernanza que lo permita.

Entender esta situación y comprometernos con el futuro, gestionando desde el presente, es uno de los mayores retos civilizatorios que tenemos por delante. ¿Seremos capaces de entender la situación y construir nuevos espacios? ¿Utilizamos inteligentemente el blockchain para las Smart Cities?

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