¿Sueña la Administración con ovejas eléctricas?

Hablar de inteligencia artificial sigue sonando hoy en día a ciencia ficción para la mayoría de las personas. Es un término que ha arraigado en nuestro devenir diario y que sigue asociándose más a un lejano futuro o al entorno de las grandes multinacionales, que a una realidad subyacente en el conjunto de nuestra sociedad. De eso voy a hablar en esta entrada, y en especial de su uso en la administración pública. Y su uso generalizado será la verdadera disrupción de la transformación digital de nuestras instituciones públicas.

Sin embargo, su inoculación cultural gracias al cine y la televisión no nos ha dejado indiferentes ante el reto tecnológico y social que supone. Desde que Fritz Lang nos impresionara con su “María”, la robot que dirigía revoluciones en una película más revolucionaria aún, “Metrópolis” de 1927. O el robot Klaatu que en “Ultimatum a la Tierra” de Robert Wise de 1951 se convertía en una amenaza existencial para el planeta. O la IA más icónica, el inquietante HAL 9000 de la celebérrima epopeya espacial de Kubrick de 1968 “2001: Una Odisea del Espacio” cuya obsesión era querer soñar; pasando por los robots del universo de Star Wars o las inteligencias artificiales que asisten a las tripulaciones de la Flota Estelar de Star Trek, por citar algunos de los más emblemáticos. Hay todo un recorrido de la cultura pop que nos ayuda a reflexionar sobre ello durante nuestras vidas, aunque la mayoría de nosotros no las identifiquemos con el concepto de inteligencia artificial.

De hecho, también conforma parte de este imaginario colectivo la incomodidad de que una IA tome conciencia de sí misma y quiera eliminarnos, como ocurre con Skynet en la Saga Terminator. Pero también se asocia como una IA al despertar autoconsciente del Nexus 6, llamado Roy Batty, de Blade Runner, quien en un momento álgido de la trama se dirige a su “creador” exigiéndole respuestas. En el original literario, el gran escritor de ciencia ficción Philip K. Dick se cuestiona si estos “androides” sueñan alguna vez, y si lo hacen, ¿soñarán con ovejas eléctricas?… (De ahí me he permitido tomar el título para esta entrada)

Como hemos podido deducir, estamos muy influenciados culturalmente por el impacto que las IAs tendrán en nuestras vidas, y eso que no hemos citado películas recientes que se cuestionan ese impacto en nuestra sociedad como Her, donde se muestra una relación sentimental entre un humano y una IA; Trascendence donde una persona “carga” su personalidad en internet; o Ex-Machina, en el que una IA escapa de su acosador creador. Todos estas películas son claros ejemplos de esa duda existencial que tenemos ante ellas.

De hecho, la influencia es tal, que parece que estamos hablando de una tecnología de última generación, cuando en realidad estamos hablando de una tecnología que lleva madurando y creciendo entre nosotros y nosotras desde hace siglo y medio.

El impacto de la IA en nuestra sociedad

¿Perdón?, ¿he leído “siglo y medio”? No puede ser, seguro que no… Si no estás familiarizado con el origen y evolución de esta tecnología, en este momento esta afirmación está resonando en tu cerebro. Pero fue en 1843 cuando, una mujer, la gran Ada Lovelace publicó en “Scientific Memoir” su trabajo sobre el primer algoritmo de la Historia. Se iniciaba el lento camino a la inteligencia artificial, que vivió su gran salto con la aparición de las primeras computadoras a mediados del siglo XX y que está viviendo ahora su gran punto álgido (la denominada eterna primavera), gracias al Big Data: la capacidad que nos hemos dado en esta sociedad para tratar con datos masivos de toda índole. A mayor cantidad de datos, más capacidad analítica, más capacidad de establecer patrones, de descubrir correlaciones y desviaciones, y sobre todo mayor capacidad de aprendizaje por parte de las máquinas.

Vale, ya sabemos la influencia cultural de la IA en nuestra sociedad, pero seguro que nos estamos preguntando, ¿cómo incide la IA en nuestras vidas?… La respuesta es sencilla. Impacta a diario, cada vez que le preguntamos a Google algo (ni te cuento si ya estás utilizando el Chat de GPT), cada vez que a Siri o Alexa le pedimos algo, cada vez que le preguntamos a “Irene” de Renfe, o cada vez que interactuamos con un chatbot de un asistente telefónico. Sí, incluso cuando parece que tratamos con un humano al otro lado de la línea digital. Por no hablar de los sistemas expertos en la industria, la asistencia a la conducción en los vehículos que conducimos, los asistentes al pilotaje de los aviones, o los sistemas que controlan la producción industrial en las fábricas. Y sobre todo los modelos predictivos que te aconsejan en Netflix o Amazon. Si hablamos de las aplicaciones que llevamos en nuestro móvil, podríamos estar horas enumerándolas.

Estamos rodeados de inteligencias artificiales diseñadas para hacernos la vida más fácil (o más complicada, según el punto de vista). Se está haciendo un uso extendido de las IAs en el mundo empresarial. En una etapa de la IA que denominamos la de la democratización de la misma. Y de la misma forma que entendemos que ésta ha de extenderse en el tejido empresarial hasta la última pyme, también hemos de apostar porque ésta llegue hasta el último rincón de nuestras administraciones.

Un verdadero cambio de paradigma a la hora de gestionar lo público

¿Por qué hemos de hacer esto? La respuesta, a priori, es sencilla: porque nos permite desarrollar administraciones más eficaces y eficientes, que gestionen mejor los recursos públicos. Pero además, nos permite desarrollar un binomio entre IA y toma de decisiones que esté basado en el poder de los datos, para poder evaluar la mejor decisión posible desde una interpretación humanística. La toma de decisión ha de ejecutarla un responsable humano, nunca la máquina. El gran reto que tenemos por delante, es cómo desarrollar esta matriz IA-persona, para que su incorporación paulatina sea eficaz, ética y empática, y nunca como una alternativa a nuestra propia esencia. La perspectiva subjetiva del ser humano está diseñada para poder dar soluciones más allá de la perspectiva de los datos, aunque claro está, esta perspectiva pueda fallar ante múltiples factores exógenos no previstos por la frialdad del “dato” desnudo. Esta será la verdadera emergencia del cambio de paradigma necesario a la hora de gestionar la res pública.

Este es un camino que será largo, sinuoso, no exento de complejidades, pero sin duda necesario. En la Administración General del Estado, la Agencia Tributaria o el Ministerio de Defensa son claros exponentes de la vanguardia de su uso en el seno de nuestras administraciones públicas. Una adopción que va a varias velocidades y que sin duda, es aún más notoria en el ámbito de las administraciones autonómicas y locales. 

El marco operativo para trabajar en esta gran transformación

Existe ya un marco sobre el que poder construir las herramientas necesarias y los nuevos procesos que se verán afectados por la inclusión de la IA en nuestras administraciones públicas. El Libro Blanco sobre la IA de la Unión Europea, basado en la Estrategia Digital para Europa es un paso en esa dirección, junto a la nueva reglamentación europea que surgirá, y que en España será impulsada desde la Agencia Española de la Supervisión de la IA (AESIA) que se pondrá en marcha en julio de 2023. Fruto de todo ello es la existencia de la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial aprobada en 2020, basada en seis ejes estratégicos, y en la que en el Eje 5, se incide en la necesidad de potenciar el uso de la IA en la Administración Pública. En este documento se indica que la IA es útil para mejorar la transparencia y la comunicación de la actividad pública; además de que nos permite conocer de forma más exacta la sociedad en la que nos encontramos (recuerda: el poder del dato que continuamente liberamos en todos los formatos digitales posibles), para poder identificar las ventajas competitivas y los ámbitos más desfavorecidos sobre los que poder actuar.

El fin último de esta inmersión de la IA en el seno de la transformación digital de la administración es el de ayudar a la ciudadanía, para mejorar nuestras condiciones de vida.

Pero además de esta estrategia, no podemos olvidar la denominada España Digital 2026, en la que se dedica un capítulo entero a la Transformación Digital del Sector Público, en la que la IA se convierte en una tecnología transversal para lograr esa gran revolución en la calidad y eficacia de los servicios públicos que se prestarán en los años venideros.

En estas estrategias se contemplan la automatización de las actuaciones administrativas más repetitivas con asistentes virtuales a disposición de la ciudadanía y del personal de las administraciones, nuevos modelos de gestión transparente de la información, el desarrollo del denominado “puesto de trabajo inteligente”, los nuevos modelos de identidad digital, el desarrollo de laboratorios ciudadanos de innovación tecnológica en la administración o los sistemas para la mejora de la experiencia de usuario de la ciudadanía.

El auge de la “Smart Administration”

Si en la actualidad hablamos de la eclosión de las “smart cities” o ciudades inteligentes, cabe más que nunca hablar de la necesidad de desarrollar un nuevo concepto de administración, la “smart administration”. Una administración que sea más resiliente y proactiva ante los cambios y necesidades que emergen del tejido ciudadano y empresarial. Sobre todo en esta era de plena aceleración, incertidumbre e “infoxicación”. Por ello necesitamos más que nunca de un componente racional, certero y basado en un marco objetivo, que nos ofrece la IA, y del que a veces carecemos como personas. Ello es debido a esa espiral constante de impactos informativos que conforman nuestras capacidades cognitivas y emocionales.

La IA ha de incorporarse en el seno de nuestras administraciones para convertirse en un “sherpa” del camino que hemos de recorrer como sociedad. Debe de estar programada para asistirnos como vigilante de los posibles caminos erróneos o certeros que podemos tomar. Pero sin olvidar que las IAs no son inefables, se alimentan del poder de los datos que les suministramos y tienen el lastre del sesgo de quienes definen sus algoritmos y la gestión de los procesos que los alimentan. Es decir, las propias personas que las idean.

El camino a recorrer tiene luces y sombras, pero no podemos desecharlo, porque las luces que ofrece nos permitirán avanzar como sociedad. Ello nos debe permitir construir lugares más agradables en los que vivir y trabajar. Con un nivel de toma de decisiones asistido, que nos permitirá avanzar de una forma más sostenible y eficaz, y sin olvidarnos en el recorrido de ese camino de las sombras, que estando detectadas, no nos debe apartar de él.

La IA, en definitiva, nos ofrece un camino para avanzar como sociedad construyendo un nuevo sistema de eAdministración, diseñado para construir una sociedad mejor. Es una elección a la que no podemos renunciar. Nos jugamos nuestro futuro colectivo.

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